domingo, 26 de octubre de 2008


3° Encuentro del Movimiento Laical Guanelliano

 

Tránsito de San José 8 de Noviembre  de 2008

 

El XVII  Capítulo General (año 2000) en el número 59 nos recuerda "… Frente a la gozosa constatación de que crece el número de laicos a los que el Señor participa el carisma guanelliano y que se multiplican los grupos laicales, que se inspiran en el carisma del Fundador, el Capítulo consideró la oportunidad de constituir un Movimiento Laical Guanelliano, esclareciendo sus finalidades, los niveles de acción y de coordinación…"

 

 

El XII Capítulo Provincial (noviembre de 2005) nos recuerda "… De acuerdo con el Fundador, que para poner en marcha la colaboración no debemos esperar a tener colaboradores perfectos, cada comunidad los busque entre aquellas personas católicas que estén animadas por el deseo sincero de ayudar al pobre con corazón bondadoso.

Estamos convencidos de que el grado de cooperación que los laicos puedan desarrollar en nuestras obras depende de los dones recibidos y de la formación adquirida…"

 

 

El XVIII Capítulo General ( julio 2006) en el número 41 dice " Reconozcamos en nuestra Obra la bella realidad de la presencia laical, rica y variada. Este don de Dios que recibimos con gratitud, nos llama a prestarle toda la atención posible.

Creemos actualmente relevante la necesidad de definir su identidad, misión y organización. El Capítulo General indica algunos criterios que debemos tener en cuenta:

·                    Los laicos son verdaderos protagonistas en la definición de la identidad del movimiento

·                    Se proceda con gradualidad en la experiencia iniciada y con respeto a los tiempos de maduración (no se dará de un día para el otro).

·                    Se tenga una visión internacional como aporte enriquecedor de las diversas culturas…"

 

 

Queridos Hermanos:

 

                                   Llegando ya al final del año vamos a realizar nuestro último encuentro del MLG (Movimiento Laical Guanelliano) a fin de concretizar algunos lineamientos que nos permitan planificar y organizar el trabajo para el año venidero, además de ser un momento de reflexión y evaluación sobre lo actuado.

 

                                   Desde ya queremos agradecer la participación y cooperación de cada uno de Ustedes viviendo la espiritualidad Guanelliana desde un llamado especial de Jesús.

 

Día: Sábado 8 de Noviembre de 2008.

 

Hora: 8,30 a 16,00 Hs.

 

Lugar: Comunidad Tránsito de San José.

 

Objetivo: Concretizar algunos lineamientos que nos permitan planificar y organizar el trabajo para el año venidero, además de ser un momento de reflexión y evaluación sobre lo actuado.

 

Destinatarios:

v                 Todos los laicos que participaron desde el primer encuentro y los que fueron sensibilizados por la acción de estos agentes multiplicadores.

v                 Quienes sienten un llamado especial a vivir la espiritualidad Guanelliana.

 

Referencia: En cada comunidad hay hermanos que ya participaron de los dos encuentros anteriores y están a disposición de todos para compartir la propuesta. Pueden preguntar a los responsables de cada comunidad (superiores, animadores espirituales, directores generales, párrocos etc.).

 

 

Momentos del Encuentro:

 

·                    Saludo de bienvenida.

·                    Reflexión:

            Temas de espiritualidad.

            XIII Capítulo Provincial

·                    Presentación de Comunidades y el trabajo con los laicos

·                    Momento de encuentro (trabajo en grupos)

·                    Plenario

·                    Celebración Eucarística.

 

 

N.B.:Cada comunidad deberá presentar, en forma breve, el trabajo que realizan los laicos.

Pedimos que la exposición esté escrita ( y en lo posible sea enviada por mail a dominguez.jorgealberto@gmail.com)  para que pueda dejarse una copia al coordinador del encuentro.

 

Ø                 El trabajo deberá contener el accionar de los laicos reflejando las fortalezas y debilidades para la cooperación laical en cada una de las comunidades.

 

 

Para una orientación en el trabajo puedes confrontar la realidad de tu comunidad con los siguientes textos del documento de Aparecida N° 212- 213.

 

"… Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural…."

 

"… Hoy, toda la Iglesia en América Latina y El Caribe quiere ponerse en estado de misión. La evangelización del Continente, nos decía el papa Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos[1]. Ellos han de ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad. Esto exige, de parte de los pastores, una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el "ser" y el "hacer" del laico en la Iglesia, quien, por su bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras, es necesario que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y participación…"

Ø                 Cada comunidad dispondrá de 10 minutos para la exposición (es la comunidad con los distintos sectores)

Ø                 Podemos traer afiches, fotos, etc, que muestren la realidad del trabajo que se realiza.

 

 

Importante: Para el día lunes 3 de noviembre debemos enviar al coordinador (.P.Jorge Domínguez s.c.) los datos (apellido, nombre) con la cantidad de personas que participarán del encuentro. Esto nos posibilitará atenderlos de la mejor manera posible que Ustedes se merecen.

 

El momento del almuerzo será preparado por la Comunidad Tránsito de San José.

Si desean compartir algo dulce para el momento del café y el postre, pueden traerlo. ¡¡¡Muchas Gracias!!!!

 

¡¡¡¡ Los esperamos  !!!!!

 

R.P. Jorge Domínguez s.c.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Coordinador

 

 

 

 

 



 


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R.P. Jorge Domínguez s.c.

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LA CONGREGACION GUANELLIANA Y LOS LAICOS

La Familia Guanelliana está compuesta por tres ramas, una de ellas es de laicos, así lo recuerdan las Constituciones de los Siervos de la Caridad:

"…Alrededor de su siervo, don Luis Guanella, el Señor ha suscitado una amplia familia, formada por los Siervos de la Caridad, las Hijas de Santa María de la Providencia y los Cooperadores Guanellianos…" (Constituciones N° 5.a )

"… En los Cooperadores reconocemos la gracia de una vocación específica, que nos empuja a caminar y actuar juntos. A la vez que respetamos la autonomía de su asociación, les animamos a amar a los pobres, a colaborar con el Instituto y les ayudamos a nutrirse de la espiritualidad guanelliana en su entrega…" (Constituciones N 77,c).

CARISMA COMPARTIDO

CON LAS DEMÁS VOCACIONES RELIGIOSAS Y LAICALES.


Familia Guanelliana - Movimiento Laical Guanelliano

"Se está definiendo un nuevo modelo de vida consagrada en torno a nuevas prioridades, nuevas formas organizativas y de colaboración abierta y flexible con todos los hombres y mujeres de buena voluntad" (Congreso de la Vida Consagrada 2004).

En el proceso de refundación el punto de partida de los religiosos es la acogida de alianzas como una cuestión radical de la existencia, conscientes que un sistema cerrado va hacia la entropía y la asfixia: laicos y religiosos son dos pulmones que favorecen la dinámica de respiración.

La mayor parte de las nuevas formas de vida evangélica adopta, en función del carisma, la forma de realidades concéntricas que consiste en el distinto nivel de participación y pertenencia.
Al centro está el círculo más pequeño de los y las que eligen a tiempo completo el carisma y la forma de la consagración, estableciendo vínculos estrechos con la institución (Hijas de Santa María de la Providencia y Siervos de la Caridad).

Luego hay, en un segundo círculo más amplio aquellos que vocacionalmente y organizados como Asociación hacen propio el Carisma la espiritualidad y la misión por la cual se empeñan mediante una promesa (Cooperadores Guanellianos).

Estos dos primeros círculos constituyen la familia guanelliana en sentido estricto.
Haciendo referencia a nuestra situación guanelliana este es el cuadro que se presenta:

La Familia Guanelliana Carismática en sentido estricto sería entonces formada por las Hijas de S. María de la Providencia, los Siervos de la Caridad (primer círculo) y los Cooperadores Guanelianos (segundo círculo).

Se abren luego de manera concéntrica otros círculos más amplios. En esta visión de las realidades concéntricas entonces, son posibles niveles de mayor o menor proximidad al núcleo central, que constituye el carisma, por ejemplo el de los jóvenes que, teniendo un camino evangélico, se proponen de vivir el carisma y la espiritualidad guanelliana con el apostolado.
Luego pueden existir otros niveles el de los colaboradores, de los operadores con sus familiares, voluntarios, profesionales, familias de los niños y jóvenes de nuestros centros, bienhechores, que integran el único carisma de manera diferenciada, dinámica y progresiva.


El conjunto de la Familia Carismática Guanelliana en sentido estricto y el Movimiento Laical Guanelliano forman la Gran Familia Guanelliana.



Por parte de los laicos y religiosos participar de un mismo carisma significa ir asumiendo su globalidad, compartirlo en alguno de sus aspectos, como parte de un todo con el cual confrontarse, integrarse, sistematizarse, sin "confundirse".

Los religiosos y religiosas "no solamente tenemos algo que dar sino también mucho que recibir", especialmente aquello de volver a expresar en situación de secularidad nuestro bagaje espiritual a partir de la conciencia cierta que las respuestas de ayer ya no bastan más.

Signo de que la Congregación ha hecho la opción de la integración de un carisma, está dado por el sentir que cada uno crece en el ejercicio del intercambio de dones que son vividos como laicos o como consagrados.

Por carisma compartido se entiende entonces una realidad nueva en la cual se dilata y se enriquece el carisma espiritual y apostólico del Fundador. Esta es la gran novedad: la riqueza de un carisma se manifiesta en plenitud cuando se concretiza en distintas modalidades de vivir la vida cristiana y hace madurar una comunión de vocaciones.

Todo lo dicho nos lleva a decir que el carisma en sus dos dimensiones, espiritual y apostólica, para poder ser don a la Iglesia en la plenitud de sus potencialidades, no solamente concede espacios, sino que necesita de complementariedad.

CARISMAS DE INSTITUTOS EN COMUNIÓN ENTRE ELLOS.

La imagen de comunión de la Iglesia es central en la teología del Vaticano II. San Pablo así se expresa: "a cada uno ha sido dada una manifestación particular del Espíritu para el bien común" (1Cor.12, 4-5). Hay una tensión en la Iglesia es decir un movimiento incesante de la diversidad a la unidad, de la unidad a la diversidad. La diversidad sin la unidad lleva al caos, la unidad sin la diversidad lleva a la inercia, a la parálisis en la Iglesia.

El documento Vida Fraterna en Comunidad habla que la fraternidad en la Iglesia se ha debilitado con motivo de la baja calidad de la fundamental comunicación de los bienes espirituales. Cada carisma es relevante, porque es don de la Trinidad a la Iglesia para el mundo, tanto que no es posible imaginar de agotarlo al interior de su propia vocación. Los carismas, para que se manifiesten plenamente, deben apoyase sobre el compartir porque son dones que no pertenecen exclusivamente a los que lo poseen. Compartir los carismas significa intercambio recíproco de algo que no se posee como propiedad privada, sino como don de recibir y dar.(5° Congreso del Movimiento Laical Guanelliano. Delegación Nuestra Señora de Guadalupe).

"…Vemos con claridad que el Espíritu Santo obra en la vida concreta de cada discípulo de Jesús y de la Comunidad cristiana. Alegría y Espíritu Santo son dos indispensables compañeros de viaje para quien desea recorrer el camino de la vida. En la alegría se manifiesta el Espíritu que realiza la comunión con Jesús "Se fueron contentos de haber sido ultrajados por amor al nombre de Jesús" (Hch. 5,41).

En la persecución y en el sufrimiento el discípulo no ve algo negativo, porque sabe que el único camino para seguir a Jesús es el camino de la cruz.

El Espíritu Santo, mientras confía a la Iglesia-Comunión los distintos ministerios, la enriquece con otros particulares dones e impulsos llamados carismas. A cada uno es donada una manifestación particular del Espíritu para el bien común.

(La diversidad de carismas , ministerios y servicios, abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás para que circule la caridad 1Cor 12,4. Cada bautizado es portador de dones que debe de desarrollar en unidad y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. Aparecida 162).

El laicado puede ser comprendido solamente a la luz de una eclesiología de comunión, en relación con el llamado evangélico por el cual somos bautizados, revestidos de Cristo, misioneros enviados a nuestros hermanos y hermanas.

(Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tiene que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. Aparecida 305)

A partir de la década del 80 en la vida de las Congregaciones religiosas, la colaboración con los laicos se vuelve una opción positiva y se está más atento al respeto por la variedad de las vocaciones y su complementariedad en la santidad de vida y en la evangelización.

Se reconoce que los laicos pueden enriquecer la vida espiritual de la comunidad de los religiosos y ellos mismo enriquecerse en referencia al carisma y a la espiritualidad del Fundador.

El carisma del Fundador es una gran experiencia espiritual del Espíritu transmitida a sus discípulos para ser por ellos vivida, custodiada, profundizada y testimoniada.

(El Espíritu Santo, con el fin de revelar al mundo que Dios provee a sus hijos con solicitud amorosa de Padre, llamó al Fundador, le infundió su Espíritu de amor y le envió a aliviar las miserias humanas Cons. N° 1)

El Carisma no es una acción, un trabajo, sino una experiencia existencial del misterio de Cristo, hasta llegar a delinear una forma de vida en un determinado servicio a la Iglesia, respondiendo a los signos de los tiempos. Contiene como un código genético destinado a permanecer y a ser reactualizado con creatividad en el tiempo y en las culturas. El Carisma precede la modalidad de actuación y puede ser vivido en la vida consagrada y en la vida laical.

(La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose como hermanos y hermanas, obedientes al misterio del maestro, miembros unidos a la misma cabeza y por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros 1 Cor 13, Col 3, 12-14 . Aparecida 161).).

Pero la realidad de la consagración religiosa es importante, porque asegura la continuidad y fortalece la vocación de los laicos. Los religiosos y religiosas son los hermanos mayores y dan un testimonio especial, pero no pueden prescindir de la comunión con los laicos que viven el mismo carisma en forma distinta. Es una relación de complementariedad, no de subordinación.

El mismo carisma espiritual y apostólico es considerado un don para la Iglesia y la Congregación lo encarna, lo mantiene vivo y lo hace conocer, pero no es la propietaria. El Fundador lo recibe y lo vive pero el don lo trasciende, y es siempre un don libre del Espíritu Santo; el Fundador es servidor pero no dueño. Todo nuevo miembro de la familia religiosa que nace alrededor del Fundador, tiene una vocación personal que viene de Dios, con los mismos elementos de la vocación del Fundador; esta es la consonancia vocacional y carismática. De parte de los religiosos corresponderá dar testimonio de una experiencia de vida, mostrar la riqueza, la belleza, la eficacia para suscitar y atraer el deseo de compartir la misma experiencia.

El Espíritu Santo se infunde en los corazones de los bautizados más allá de las fronteras de una Congregación religiosa.

Los laicos pueden recibir el Carisma como don del Espíritu y vivirlo en su condición de laicos.

Pero solamente juntos, religiosos y laicos, pueden transmitir con integridad la cultura evangélica del propio carisma, porque ese don que recibió el Fundador se encarna no solamente en la consagración religiosa, sino también en muchas maneras de vivir la vida cristiana, y esto crea vínculos profundos entre todos los que gozan de ese don..."(R.P. Carlos Blanchoud s.c.).

Si sientes un llamado especial a consagrar tu vida con una vocación específica, como laico, en los cooperadores guanellianos o formar parte del movimiento laical guanelliano escríbenos:

dominguez.jorgealberto@gmail.com

domingo, 19 de octubre de 2008

Familia y Santidad


 

Las dos primeras familias elevadas al honor de los altares en forma conjunta

 

 

Esposos Beltrame Quattrocchi: un matrimonio santo. Beatificados por el Papa Juan Pablo II el 21 de Octubre de 2001
En medio de una multitud de familias, los esposos Luigi y María Corsini Beltrame Quattrocchi fueron beatificados en la Basílica de San Pedro, a pesar de las inclemencias del clima el 21 de Octubre de 2001

Su beatificación, sin duda alguna, ayudaría a relanzar nuevamente los valores propios de una vida cristiana, tan pisoteados por una sociedad hedonista y una cultura de muerte, así como también se estaría impulsando el sentido cristiano del matrimonio como camino de santidad.

Vida

María Corsini nació en Florencia el 24 de junio en 1881; mientras que Luigi Beltrame nació en Catania el 12 de enero de 1880. Ambos se conocieron en Roma cuando eran adolescentes y se casaron en la basílica Santa María la Mayor el 25 de noviembre de 1905.

Los dos fueron criados en el seno de una familia católica y desde pequeños practicaron fervientemente su fe, asistiendo todos los domingos a Misa y participando de los sacramentos. Debido a este legado, decidieron criar a sus hijos en los principios y valores de la fe católica.

En 1913, la joven familia atravesó un momento doloroso y bastante incierto cuando  el embarazo de María tuvo serias complicaciones y los médicos pronosticaban que no sobreviviría al parto, ni tampoco el no nacido. Aunque los doctores manifestaron que un aborto podría salvar la vida de María, ésta consultando con su esposo, decidió confiar en la protección  de Dios. Y, si bien es cierto el embarazo fue duro, tanto madre e hijo milagrosamente sobrevivieron. Esta experiencia llevó a toda la familia a consolidar su vida de fe y trabajar duro por sus anhelos de santidad.

María dio a luz a tres niños más; sus dos hijos varones profesaron el sacerdocio: Filippo es ahora Mons. Tarcisio de la diócesis de Roma y Cesare es el P. Paolino, un monje trapense.

La mayor de las hijas, Enrichetta, la que sobrevivió a ese difícil embarazo, constituyó un hogar según el modelo de sus padres; mientras que su hermana Stefania ingresó a la congregación de los benedictinos, siendo conocida por todos como la Madre Cecilia, y quien falleció en 1993.

Los tres hermanos estuvieron presentes en la beatificación de sus padres.

La familia Beltrame Quattrochi fue conocida por todos por su activa participación en muchas organizaciones católicas. Luigi fue un respetado abogado, quien ocupó un cargo importante dentro de la política italiana. María trabajó como voluntaria asistiendo a los etíopes en dicho país durante la segunda guerra mundial.

El ahora beato Luigi fue llamado a la Casa del Padre en 1951, y María, su fiel esposa, lo hacía posteriormente en 1965.

Beatificación

La Congregación para la Causa de los Santos trató este caso como algo especial, y con la aprobación del Papa Juan Pablo II, se esclareció el camino para su beatificación luego de que se reconozca un milagro a su intercesión.

El Prefecto de esta Congregación, Cardenal José Saraiva Martins, señaló que era imposible beatificarlos por separado debido a que no se podía separar su experiencia de santidad, la cual fue vivida en pareja y tan íntimamente. "Su extraordinario testimonio no podía permanecer escondido", enfatizó el Purpurado.

Por lo menos 40 mil personas atendieron la ceremonia de beatificación de los esposos, que se realizó al interior de la basílica de San Pedro debido a la fuerte lluvia que se desató desde las primeras horas de la mañana. El plan original contemplaba la realización de la ceremonia en la Plaza San Pedro.

También asistieron los dos hijos varones del matrimonio: Filippo y Cesare quienes concelebraron la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sentaba entre los peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande de la cristiandad.

 

"Lo ordinario de manera extraordinaria"

En su homilía, el Santo Padre aseguró que los esposos beatos, durante más de sus 50 años como matrimonio supieron vivir "una vida ordinaria de manera extraordinaria".

"Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal -afirmó el Papa- supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales".

El Pontífice manifestó que los esposos "vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida".

"Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor", agregó.

En este sentido, el Papa enfatizó que la familia anuncia el Evangelio de la esperanza con su misma constitución, pues se funda sobre la recíproca confianza y sobre la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, pues es el lugar en el que brota y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y de la maternidad".

"Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia" para el mundo", puntualizó.

Familia cristiana

El P. Tarcisio Beltrame, uno de los hijos de los esposos Luigi y Maria Corsini Beltrame Quattrocchi, expresó en un testimonio personal el deseo de que la proclamación de sus padres como modelos de vida cristiana ayude a impulsar el sentido cristiano del matrimonio.

En su relato, el P. Tarcisio recuerda que "nuestra vida familiar no tuvo nada de extraordinaria, fue un hecho ordinario, con sus debilidades. Sin embargo, seguimos siempre enseñanzas importantes que las almas de buena voluntad pueden disponerse a imitar y a realizar también hoy".

Don Tarcisio considera por ello que "la beatificación de mis padres es una ocasión para relanzar los valores de la familia cristiana hoy".

En efecto, según la proclamación de sus virtudes heroicas realizada por el Cardenal José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, los esposos Beltrame Quattrocchi "han hecho de su familia una verdadera iglesia doméstica abierta a la vida, a la oración, al testimonio del Evangelio, al apostolado social, a la solidaridad hacia los pobres, a la amistad". Además, a su intercesión ha sido atribuido un milagro que ha abierto la vía para su beatificación.

De los cuatro hijos de los esposos Beltrame Quattrocchi, tres de ellos tomaron el camino del sacerdocio o la vida religiosa: don Tarcisio (95 años), el padre Paulino (92 años), y Sor María Cecilia (ya fallecida). Enrichetta, de 87 años, constituyó un hogar según el modelo de sus padres.

"Fuimos una familia abierta a los amigos y a todos los que querían respirar el clima de nuestro hogar", relata el P. Tarcisio. La habitación de huéspedes siempre estaba lista".

"En los años de la guerra, a menudo arriesgando muchísimo, acogimos y prestamos ayuda a todo el que la pidió", concluyó.

 

 

El  19 de Octubre los padres de Santa Teresita de Lisieux, Louis y Marie-Zelie (Celia) Martin fueron declarados Beatos.
 

Louis y Marie Zelie (Celia) Martin se casaron el 13 de julio de 1858. Tuvieron nueve hijos, cuatro murieron muy niños y cinco abrazaron la vida religiosa. Santa Teresita, carmelita descalza, fue proclamada doctora de la Iglesia y patrona de las misiones.

     Céline falleció en Alençon en 1877, a la edad de 46 años por un probable cáncer. Louis Martin murió a los 71 años en 1894 en el castillo de La Musse, tras vivir siete años con una severa parálisis. Al publicarse la correspondencia de los esposos Martin se descubrió su testimonio de vida cristiana.

     En 1957 comenzaron por separado las averiguaciones para su proceso de beatificación. El 13 de octubre de 1958 sus restos mortales se depositaron en una tumba conjunta detrás de la basílica de Lisieux, al aire libre en el recinto del vía crucis.

 

 

El milagro:

Un carmelita italiano, el padre Antonio Sangalli, sugirió a los padres del pequeño, Pietro Schiliro, de hacer una novena a los padres de santa Teresita, que perdieron cuatro niños de corta edad, para recibir la fuerza que les permitiera soportar este sufrimiento.

      La madre del pequeño Pietro hizo esa novena (y una segunda) para pedir la curación de su hijo. El niño, actualmente restablecido, ha peregrinado a Lisieux con sus padres en agradecimiento a Louis y Zélie Martin.

 

El niño Pietro Schiliro nacido en Milán el 25 de Mayo de 2002 y según el parte médico, con una malformación congénita caracterizada por una grave subversión de estructura pulmonar que lo hacía incapaz de respirar y según la ciencia nunca podría hacerlo.

 El día 3 de Junio se comenzó una novena invocando a los padres de Santa Teresita e invitaron a amigos y conocidos a sumarse a la cadena de oración, colocaron el cuadro con las imágenes de los padres de Santa Teresita en la sala de terapia intensiva.

El 29 de junio los padres de Pietro llegaron al hospital de Monza preparados para el desenlace final, los médicos le informaron que el niño había mejorado y en unos días más se curó por completo y el 27 de Julio regresó a su casa.

 


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R.P. Jorge Domínguez s.c.

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La Espiritualidad Guanelliana desde la vivencia laical

- Introducción


Los Laicos creemos que la vida espiritual o la vivencia de la espiritualidad solo concierne a los "consagrados" viudos o "solterones", que equivocados estamos, es también para todos nosotros que estamos viviendo en el mundo.

La espiritualidad guanelliana, la vivimos, la experimentamos, la compartimos, ella nos vivifica, plenificando nuestra vida de cristianos, por la gracia operante del Espíritu Santo.

En la iglesia, hoy esta espiritualidad se actualiza, por la gracia santificante de Dios, que opera a nivel personal y comunitario.

Esta espiritualidad "asumida" nos permite actualizar, el mensaje de Salvación, de Jesús, para nuestras vidas, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestra sociedad, partiendo de la vivencia cotidiana y nos renueva como "testigos de la misión de la iglesia".

Cuando uno de nosotros la experimenta, o la vive (ten la seguridad, en mayor o menor grado) "todos la vivimos" y se convierte en una particular "opción de vida" y la transmitimos e irradiamos a todos los que están a nuestro alrededor.

Dios nos "escogió". Ël, nos llama por nuestro nombre, para experimentar su "amor trascendente" desde esta espiritualidad.

La espiritualidad es la vivencia: plena de Dios, en nuestra vida, en una forma particular, como lo es la guanelliana, desde nuestra vocación laical, según nuestro estado de vida, la compartimos y la nutrimos con los sacerdotes y religiosas.

Querido hermano quiero compartir contigo, la riqueza de la espiritualidad guanelliana, que vamos profundizando, en el acontecer cotidiano de nuestras vidas y sigue enriqueciendo a la Santa Madre Iglesia, por la amplitud de su carisma (atención de los abuelos, de los buenos hijos, en la educación, etc)

Este jubileo, es el momento más adecuado para destacar los aspectos más importantes, que considero, son la esencia de la espiritualidad guanelliana de la que somos parte los laicos:

1-Vivir la espiritualidad en clave guanelliana, es descubrir la "voluntad de Dios en nuestra vida" y la forma particular de llevarla a la práctica o sea la acción concreta de vivirla.

Esta espiritualidad fue dada por Dios a Don Guanella y éste nos la legó a todos nosotros, en cien años de existencia desde su SÍ, se ha afianzado por el mundo.

Es esta una forma peculiar, de vivir el Evangelio y "las bienaventuranzas de la caridad".

2- Experimentar esta espiritualidad nos hace centrar nuestra vida en la "Santísima Trinidad" (descubriendo su misterio de amor) y llevarlo al trabajo cotidiano, como decía Don Guanella..…"de manera especial… sentimos la certeza de ser amados…por el Padre, sentimos la confianza en la Providencia, … la caridad afectiva"… [1]. La caridad, el amor, no se declaman se viven.

3- Lo teórico se concretiza en la acción, en la vivencia personal, en el ambiente en el cual cada uno, desarrolla sus múltiples fusiones (esuelas, hogares, parroquias, etc.)

La espiritualidad guanelliana, opera en cada uno, de tal forma, que nos permite descubrir, que podemos ser capaces de aplicar el método preventivo: como cuando Don Guanella, afirmaba "el espíritu que debe animar nuestro servicio, es la caridad apostólica que se reviste de misericordia" es decir de compasión, solicitud y solidaridad[2].

4- La espiritualidad guanelliana tiende sus raíces en la "Palabra de Dios" por la cual cada uno, se convierte en testigo viviente de Cristo "de la Palabra Eterna" que nos confirma en la fe, nos consuela y fortalece en nuestra vida y en la de los demás.

5-La vida espiritual es un largo camino, se alimenta del culmen (del Manjar de los Manjares) de la Santa Eucaristía, Don Guanella decía: …"Jesús está a la puerta de tu corazón, golpea con el latido del arrepenti-

miento y llama con la voz de las inspiraciones ¿te parece abrirle?[3].


Esta unidad transformante favorece la madurez afectiva y psíquica, mejora las actitudes interiores, "tú corazón es lo que mas desea el Señor" , nos dice el Bato. La Eucaristía es para la espiritualidad guanelliana: el amor, el alimento espiritual y centro de toda nuestra acción cotidiana….esta alma tan noble y al mismo tiempo tan pobre necesita ser alimentada con la oración el buen ejemplo, múltiples ejercicios de piedad y caridad, pero principalmente con el alimento de la Santa Comunión". .la eucaristía es el sol de la tierra y la vida del mundo, el verdadero paraíso en la tierra…[4]

La Eucaristía reconstruye nuestra dignidad de Hijos de Dios, perdida por nuestras miserias humanas y por nuestras pobrezas y debilidades

6- Por medio de la espiritualidad guanelliana, aprendemos a ver, el rostro humano de Cristo en nuestros hermanos, en los niños, adolescentes, ancianos, en los buenos hijos, en todos los que sufren y anhelan la vida de la gracia de Dios, Don Guanella decía "el amor al prójimo es el consuelo de la vida"[5].

Esta particular espiritualidad suscitada en el seno de la Iglesia, es"…vida, es pasión, gracia, es dinamismo, del espíritu capaz de integrar y unificar la vida"[6], generando en nosotros una madurez intelectual, afectiva y espiritual.

Es experiencia de Dios personal y comunitaria, sí comunitaria, esta familia que constituimos es la que Dios nos ha regalado, y que Don Guanella fundó y reafirmó con su SI hace cien años, es el soporte en los momentos de aridez personal, o cuando vivimos experiencias familiares traumáticas (enfermedades, fallecimientos) es la fuerza del amor comunitario la que nos da el consuelo y las fuerzas para seguir el camino, o compartimos la alegría de la vida con un nuevo alumbramiento, que hermoso es poder decir con Don Guanella …."Clementísimo Señor que bueno eres para brindarme fuerza de ayudar a otros..[7]

7-Con la oración personal y comunitaria se fortalece la espiritualidad y la hace crecer, don Guanella fue un ejemplo claro " tenía una vida de unión con Dios" y lo testimonian todos los que lo conocieron, Sor Clara Bosatta, nos dice que …siempre vivía en presencia divina"

Don Guanella, nos alienta a vivir el amor, para que se convierta en el motor de nuestras acciones, "…un amor dulce y suave a los demás, es el mas rico don que Dios pueda otorgar sobre la tierra. El amor me descentra de mi propia realidad, dándome una mirada que descubre a los demás, una mirada desde los ojos misericordiosos de Dios, que descubre la existencia y las necesidades de los demás.

8-La espiritualidad guanelliana, nos hace vivir en comunión por el "vínculo de la caridad" como vida de Dios derramada por el Espíritu en nuestros corazones y como amor entre personas que gozan viviendo y trabajando junto a otros…[8]

Afianza nuestra fe y la caridad, Don Guanella nos dice "..toda nuestra experiencia de fe y servicio tiene como centro la caridad"…vivida en el abandono filial a Dios y en la misericordia evangélica hacia los pobres….

9- la espiritualidad consolida nuestra vocación, nuestro apostolado y nuestra misión, decía don Guanella, …Gracia del Señor es la que habita en ti, hace que tu seas verdaderamente hijo adoptivo de Dios"…plenifica nuestro ser y cuando nos reconocernos amados profundamente por Dios, afianza nuestra identidad transcendental, somos conscientes de nuestra alianza personal y comunitaria con Dios, aceptando su amor creador, salvífico y redentor.

10- La espiritualidad guanelliana, nos conduce por el camino de crecimiento y conversión de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad, que nos hace anhelar las riquezas del Reino de Dios y descubrirás que eres un verdadero discípulo e instrumento de Cristo, cuando tienes caridad por los pobres y los que sufren, ellos son la imagen viva del Salvador.

A Ti que estás leyendo estas líneas, te invito a pedir a Dios, por Don Guanella la gracia de ser testigo de la esta espiritualidad, descubriendo en tu vida el proyecto de amor de Dios por todos los hombres, para ser su Testigo.

"Feliz de ti querido guanelliano, que tienes corazón limpio y compasivo, porque verás el rostro de Dios"

Marta Graciela Abbruzzese.


[1] Congregación de los Siervos de la caridad "Constituciones y Reglamentos" 1986 Madrid. Pag.76

[2] Ide ant pag 76

[3] Beato L. Guanella "Luces para un camino" 4. pag.33 BsAs. 2005

[4] Idem ant- pag- 33

[5] Idem ant. Pag. 8

[6] Documento "espiritualidad del seguimiento"

[7] Orar y sufrir testamento de Don Guanella pag. 19

[8] Luces para un camino, pag. 30



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R.P. Jorge Domínguez s.c.

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Reflexión

"hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia"
 
 LA VOCACIÓN DEL LAICO
 

Hasta el VATICANO II el laico no encontró su verdadero sitio en el pueblo de Dios. El Código de Derecho Canónico habla del seguidor de Cristo: "Los seguidores de Cristo son aquellos que habiendo sido incorporados a Cristo mediante el bautismo han sido constituidos pueblo de Dios y, por esto, hechos partícipes a su manera del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, son llamados según la propia condición de cada uno a ejercer la misión que Dios confió a la Iglesia cumplir en el mundo". De estas afirmaciones se desprende que ser seguidores de Cristo es ser bautizado en su nombre, viviendo el bautismo que se ha recibido. Cualquier bautizado, sea él laico, religioso o sacerdote, es seguidor de Cristo y el bautismo establece entre ellos esa igualdad fundamental señalada por el mismo Vaticano II.

 

El laico cristiano

 

Si todo bautizado es seguidor de Cristo, ¿quién es el laico en la Iglesia?. El Concilio dice en el Capítulo 4 de la Constitución sobre la Iglesia: " Con el nombre de laico se designan aquí todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que le corresponde"(Lumen Gentium 31). Por este pasaje salta a la vista que laico en sentido estricto es el bautizado que: - no ha recibido el orden sagrado; - no ha ingresado a una comunidad religiosa. Así, pues su estado de vida o forma de ser en la Iglesia resulta de una doble delimitación o está recortada por dos NO: no sacerdote y no religioso.

 

 

¿Quiénes son los fieles laicos?

El Concilio, superando interpretaciones precedentes y prevalentemente negativas, se abrió a una visión decididamente positiva, y ha manifestado su intención fundamental al afirmar la plena pertenencia de los fieles laicos a la Iglesia y a su misterio, y el carácter peculiar de su vocación, que tiene en modo especial la finalidad de "buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios".

Los fieles laicos deben tener conciencia cada vez más clara, no solo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia, es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Papa, y de los Obispos en comunión con él.

Según la imagen bíblica de la viña, los fieles laicos (al igual que todos los miembros de la Iglesia) son sarmientos radicados en Cristo, la verdadera vid, convertidos por él en una realidad viva y vivificante.

No es exagerado decir que toda la existencia del fiel laico tiene como objetivo el llevarlo a conocer la radical novedad cristiana que deriva del Bautismo, sacramento de la fe, con el fin de que pueda vivir sus compromisos bautismales según la vocación que ha recibido de Dios.

La dignidad del laico en la Iglesia

La condición del Pueblo de Dios "es la dignidad y libertad de los hijos de Dios". Seamos quienes seamos en la Iglesia, la filiación divina nos abarca a todos por igual por encima de las diferencias, haciéndonos pueblo de Dios. Como pueblo suyo, todos somos santificados por el Espíritu y llamados a la fe, la esperanza y el amor. ¡Todos! ¡También el laico!

Habiendo cambiado la conciencia de la propia dignidad, están cambiando las actitudes frente a las consecuencias mencionadas. Hoy, de parte de los laicos, se va entendiendo que las exigencias evangélicas son exigencias para todos; que todos, laicos y clérigos, estamos llamados a la misma perfección. Desde que el Concilio habló de la Iglesia como de "la familia de Dios", en el laico creció la conciencia de su pertenencia a la Iglesia.

 

La situación de los laicos según el Documento de Puebla

Reconociendo en el seno de la Iglesia latinoamericana una toma de conciencia creciente de la necesidad de la presencia de los laicos en la misión evangelizadora, estimulamos a tantos laicos, que mediante su testimonio de entrega cristiana, contribuyen al cumplimiento de la tarea evangelizadora y a presentar el rostro de una Iglesia comprometida en la promoción de la justicia en nuestros pueblos.

En la actual situación del continente, interpela particularmente a los laicos la configuración que van tomando los sistemas y estructuras que, a consecuencia del proceso desigual de industrialización, urbanización y transformación cultural, ahondan las diferencias socioeconómicas, afectando principalmente a las masas populares, con fenómenos de opresión y marginación creciente.

La Iglesia de América Latina después del Concilio y Medellín, en el esfuerzo de aceptar los desafíos, en su conjunto, ha tenido experiencias positivas y avances y ha sufrido dificultades y crisis. Este contexto social y eclesial, ha dificultado la participación activa y responsable de los laicos en campos tan importantes como el político, el social y el cultural, particularmente en los sectores obreros y campesinos.

 

LOS LAICOS EN EL DOCUMENTO DE APARECIDA

 

209 Los  fieles laicos son "los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo"[1]. Son "hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia"[2].

210 Su  misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio. "El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los 'mass media', y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento"[3]. Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.

 

 

El laico en la Iglesia y en el Mundo: Misión

La misión del laico encuentra su raíz y significación en su ser más profundo que el Concilio Vaticano II se preocupó de subrayar, en algunos de sus documentos:

- El bautismo y la confirmación lo incorporan a Cristo y lo hacen miembro de la Iglesia.

- Participa, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo y la ejerce en  su  condición propia.

- La fidelidad y la coherencia con las riquezas y exigencias de su ser le dan su identidad de hombre de Iglesia en el corazón del mundo y de hombre del mundo en el corazón de la  Iglesia.

En efecto, el laico se ubica, por su vocación, en la Iglesia y en el mundo. Miembro de la Iglesia, fiel a Cristo, está comprometido en la construcción del Reino en su dimensión temporal.

En profunda comunicación con sus hermanos laicos y con los Pastores, en los cuales ve a sus maestros en la fe, el laico contribuye a construir la Iglesia como comunidad de fe, de oración, de caridad fraterna y lo hace por la catequesis, por la vida sacramental, por la ayuda a los hermanos. De allí la multiplicidad de formas de apostolado, cada una de las cuales pone énfasis en algunos de los aspectos mencionados.

Pero en el mundo donde el laico encuentra su campo específico de acción: por el testimonio de su vida, por su palabra oportuna y por su acción concreta, el laico tiene la responsabilidad de ordenar las realidades temporales para ponerlas al servicio de la instauración del reino de Dios.

En el vasto y complicado mundo de las realidades temporales, algunas exigen especial atención de los laicos: la familia, la educación, las comunicaciones sociales, sin dejar de lado la actividad política. En la medida en que crece la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en la misión de ésta en el mundo, se hace también más urgente la necesidad de su sólida formación humana en general, formación doctrinal, social, apostólica. Los laicos tienen el derecho de recibirla primordialmente en sus mismos movimientos y asociaciones pero también en institutos adecuados y en el contacto con sus Pastores.

Según el Concilio:

·             la misión de la Iglesia es misión de salvación y de restauración del mundo en Cristo;

·             la titular de la misma es la iglesia, es decir, todos los creyentes. Todos los creyentes, cada uno a su modo y en la parte que le corresponde, son responsables de esta misión que no es otra que la misión del mismo Jesucristo.

Decir que el laico es sujeto activo en la Iglesia equivale a afirmar que él, lo mismo que el clérigo y el religioso y en unión con ellos, es responsable o coejecutor de la misión de la Iglesia, esto es: un creyente que goza de relativa autonomía en la realización de las tareas que son de su competencia.

Sin negar a la jerarquía la facultad que le asiste de llamar a los creyentes a trabajar por el reino, a estar presentes allí donde ella no puede estarlo, a realizar lo que sólo puede realizarse mediante ellos, etc., hay que subrayar con fuerza que, no obstante, las responsabilidades del laico tienen consistencia propia en fuerza del bautismo, como consistencia propia tienen las del clero en fuerza de la ordenación sacramental.

Sólo intentar hacer de las responsabilidades del laico, responsabilidades autorizadas por los pastores o responsabilidades vicarias o sustitutas de las tareas del clero, sería atentar contra el dinamismo específico del laico, desvirtuándolo, destruyéndolo desde dentro y haciéndolo desaparecer; otra cosa es que, reconociéndolas en lo que son y dejándolas libradas a su dinamismo espontáneo, sin limitaciones abusivas, el laico trabaje también llamado por los pastores.

A propósito de la actividad del laico las enseñanzas conciliares son que ella abarca toda la misión de la Iglesia, lo mismo la salvación que la restauración cristiana del orden temporal. Puebla recoge esta doctrina diciendo que el laico es "hombre de Iglesia en el corazón del mundo y... hombre del mundo en el corazón de la Iglesia". Con todo, aunque el laico es corresponsable con clérigos y religiosos de la misma y única misión de la Iglesia, no actúa como ellos ni hace lo que ellos hacen por oficio y por vocación; él realiza la misión de Cristo a su modo y en la parte que le corresponde.

Al referirse a la actividad cultural y de oración, el Vaticano II habla de "participación plena, consciente y activa". Por esta participación el laico ejerce su sacerdocio. Participación activa es intervenir, hacer todo aquello por lo que la oración es digna de Dios y de una comunidad que cree en el Señor, menos presidir.

Esta actividad cultural del laico que en la Iglesia es participación activa, en el mundo es "santificación del mundo" o consagración de él a Dios. Santificación y consagración del mundo se hacen realidad toda vez que el laico asume y encara la vida (las realidades terrenas, sus responsabilidades profesionales, etc.) en el Espíritu, es decir, con criterio cristiano.

La tarea profética del laico en la Iglesia se la especifica en términos de testimonio de vida y de anuncio fiel de la Palabra en el Espíritu, bajo la guía del magisterio, pues la Palabra ha sido confiada a toda la Iglesia. El laico puede anunciar de modo espontáneo, por sí mismo, pues para esto ha recibido el Espíritu y sus carismas o, por lo menos, es impulsado por El a edificar la Iglesia. El Concilio privilegia el matrimonio y la familia, viéndolos como los lugares por excelencia de la evangelización del laico.

En la esfera del orden temporal, la función del servicio eclesial se convierte en servicio al mundo. El laico sirve al mundo, en especial mediante su actitud frente a él. Y la actitud que corresponde se la podría compendiar en esta fórmula: entrega en la distancia y distancia en la entrega. El Concilio resume esta responsabilidad del laico afirmando que él ha de ser en el mundo "lo que el alma es en el cuerpo".

Según el Concilio: "A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y en cada uno de los órdenes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento".

Por estos conceptos, la larga era de la concepción peyorativa del laico está en su ocaso y se levanta otra en la que él se perfila ya como un miembro pujante y vigoroso de la Iglesia, junto al clérigo y al religioso. Ahora, le toca al laico más que a ningún otro llevar adelante con la vida y con la palabra lo que el Vaticano II anunció y puso en marcha.

 

Desde esa dignidad, vocación específica y misión

 queda todavía mucho por hacer . ¡animate! El señor te llama.

 



[1] Cf. LG 31

[2] DP 786

[3] EN 70



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R.P. Jorge Domínguez s.c.

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