"hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia"
LA VOCACIÓN DEL LAICO
Hasta el VATICANO II el laico no encontró su verdadero sitio en el pueblo de Dios. El Código de Derecho Canónico habla del seguidor de Cristo: "Los seguidores de Cristo son aquellos que habiendo sido incorporados a Cristo mediante el bautismo han sido constituidos pueblo de Dios y, por esto, hechos partícipes a su manera del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, son llamados según la propia condición de cada uno a ejercer la misión que Dios confió a la Iglesia cumplir en el mundo". De estas afirmaciones se desprende que ser seguidores de Cristo es ser bautizado en su nombre, viviendo el bautismo que se ha recibido. Cualquier bautizado, sea él laico, religioso o sacerdote, es seguidor de Cristo y el bautismo establece entre ellos esa igualdad fundamental señalada por el mismo Vaticano II.
El laico cristiano
Si todo bautizado es seguidor de Cristo, ¿quién es el laico en la Iglesia?. El Concilio dice en el Capítulo 4 de la Constitución sobre la Iglesia: " Con el nombre de laico se designan aquí todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que le corresponde"(Lumen Gentium 31). Por este pasaje salta a la vista que laico en sentido estricto es el bautizado que: - no ha recibido el orden sagrado; - no ha ingresado a una comunidad religiosa. Así, pues su estado de vida o forma de ser en la Iglesia resulta de una doble delimitación o está recortada por dos NO: no sacerdote y no religioso.
¿Quiénes son los fieles laicos?
El Concilio, superando interpretaciones precedentes y prevalentemente negativas, se abrió a una visión decididamente positiva, y ha manifestado su intención fundamental al afirmar la plena pertenencia de los fieles laicos a la Iglesia y a su misterio, y el carácter peculiar de su vocación, que tiene en modo especial la finalidad de "buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios".
Los fieles laicos deben tener conciencia cada vez más clara, no solo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia, es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Papa, y de los Obispos en comunión con él.
Según la imagen bíblica de la viña, los fieles laicos (al igual que todos los miembros de la Iglesia) son sarmientos radicados en Cristo, la verdadera vid, convertidos por él en una realidad viva y vivificante.
No es exagerado decir que toda la existencia del fiel laico tiene como objetivo el llevarlo a conocer la radical novedad cristiana que deriva del Bautismo, sacramento de la fe, con el fin de que pueda vivir sus compromisos bautismales según la vocación que ha recibido de Dios.
La dignidad del laico en la Iglesia
La condición del Pueblo de Dios "es la dignidad y libertad de los hijos de Dios". Seamos quienes seamos en la Iglesia, la filiación divina nos abarca a todos por igual por encima de las diferencias, haciéndonos pueblo de Dios. Como pueblo suyo, todos somos santificados por el Espíritu y llamados a la fe, la esperanza y el amor. ¡Todos! ¡También el laico!
Habiendo cambiado la conciencia de la propia dignidad, están cambiando las actitudes frente a las consecuencias mencionadas. Hoy, de parte de los laicos, se va entendiendo que las exigencias evangélicas son exigencias para todos; que todos, laicos y clérigos, estamos llamados a la misma perfección. Desde que el Concilio habló de la Iglesia como de "la familia de Dios", en el laico creció la conciencia de su pertenencia a la Iglesia.
La situación de los laicos según el Documento de Puebla
Reconociendo en el seno de la Iglesia latinoamericana una toma de conciencia creciente de la necesidad de la presencia de los laicos en la misión evangelizadora, estimulamos a tantos laicos, que mediante su testimonio de entrega cristiana, contribuyen al cumplimiento de la tarea evangelizadora y a presentar el rostro de una Iglesia comprometida en la promoción de la justicia en nuestros pueblos.
En la actual situación del continente, interpela particularmente a los laicos la configuración que van tomando los sistemas y estructuras que, a consecuencia del proceso desigual de industrialización, urbanización y transformación cultural, ahondan las diferencias socioeconómicas, afectando principalmente a las masas populares, con fenómenos de opresión y marginación creciente.
La Iglesia de América Latina después del Concilio y Medellín, en el esfuerzo de aceptar los desafíos, en su conjunto, ha tenido experiencias positivas y avances y ha sufrido dificultades y crisis. Este contexto social y eclesial, ha dificultado la participación activa y responsable de los laicos en campos tan importantes como el político, el social y el cultural, particularmente en los sectores obreros y campesinos.
LOS LAICOS EN EL DOCUMENTO DE APARECIDA
209 Los fieles laicos son "los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo". Son "hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia".
210 Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio. "El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los 'mass media', y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento". Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.
El laico en la Iglesia y en el Mundo: Misión
La misión del laico encuentra su raíz y significación en su ser más profundo que el Concilio Vaticano II se preocupó de subrayar, en algunos de sus documentos:
- El bautismo y la confirmación lo incorporan a Cristo y lo hacen miembro de la Iglesia.
- Participa, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo y la ejerce en su condición propia.
- La fidelidad y la coherencia con las riquezas y exigencias de su ser le dan su identidad de hombre de Iglesia en el corazón del mundo y de hombre del mundo en el corazón de la Iglesia.
En efecto, el laico se ubica, por su vocación, en la Iglesia y en el mundo. Miembro de la Iglesia, fiel a Cristo, está comprometido en la construcción del Reino en su dimensión temporal.
En profunda comunicación con sus hermanos laicos y con los Pastores, en los cuales ve a sus maestros en la fe, el laico contribuye a construir la Iglesia como comunidad de fe, de oración, de caridad fraterna y lo hace por la catequesis, por la vida sacramental, por la ayuda a los hermanos. De allí la multiplicidad de formas de apostolado, cada una de las cuales pone énfasis en algunos de los aspectos mencionados.
Pero en el mundo donde el laico encuentra su campo específico de acción: por el testimonio de su vida, por su palabra oportuna y por su acción concreta, el laico tiene la responsabilidad de ordenar las realidades temporales para ponerlas al servicio de la instauración del reino de Dios.
En el vasto y complicado mundo de las realidades temporales, algunas exigen especial atención de los laicos: la familia, la educación, las comunicaciones sociales, sin dejar de lado la actividad política. En la medida en que crece la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en la misión de ésta en el mundo, se hace también más urgente la necesidad de su sólida formación humana en general, formación doctrinal, social, apostólica. Los laicos tienen el derecho de recibirla primordialmente en sus mismos movimientos y asociaciones pero también en institutos adecuados y en el contacto con sus Pastores.
Según el Concilio:
· la misión de la Iglesia es misión de salvación y de restauración del mundo en Cristo;
· la titular de la misma es la iglesia, es decir, todos los creyentes. Todos los creyentes, cada uno a su modo y en la parte que le corresponde, son responsables de esta misión que no es otra que la misión del mismo Jesucristo.
Decir que el laico es sujeto activo en la Iglesia equivale a afirmar que él, lo mismo que el clérigo y el religioso y en unión con ellos, es responsable o coejecutor de la misión de la Iglesia, esto es: un creyente que goza de relativa autonomía en la realización de las tareas que son de su competencia.
Sin negar a la jerarquía la facultad que le asiste de llamar a los creyentes a trabajar por el reino, a estar presentes allí donde ella no puede estarlo, a realizar lo que sólo puede realizarse mediante ellos, etc., hay que subrayar con fuerza que, no obstante, las responsabilidades del laico tienen consistencia propia en fuerza del bautismo, como consistencia propia tienen las del clero en fuerza de la ordenación sacramental.
Sólo intentar hacer de las responsabilidades del laico, responsabilidades autorizadas por los pastores o responsabilidades vicarias o sustitutas de las tareas del clero, sería atentar contra el dinamismo específico del laico, desvirtuándolo, destruyéndolo desde dentro y haciéndolo desaparecer; otra cosa es que, reconociéndolas en lo que son y dejándolas libradas a su dinamismo espontáneo, sin limitaciones abusivas, el laico trabaje también llamado por los pastores.
A propósito de la actividad del laico las enseñanzas conciliares son que ella abarca toda la misión de la Iglesia, lo mismo la salvación que la restauración cristiana del orden temporal. Puebla recoge esta doctrina diciendo que el laico es "hombre de Iglesia en el corazón del mundo y... hombre del mundo en el corazón de la Iglesia". Con todo, aunque el laico es corresponsable con clérigos y religiosos de la misma y única misión de la Iglesia, no actúa como ellos ni hace lo que ellos hacen por oficio y por vocación; él realiza la misión de Cristo a su modo y en la parte que le corresponde.
Al referirse a la actividad cultural y de oración, el Vaticano II habla de "participación plena, consciente y activa". Por esta participación el laico ejerce su sacerdocio. Participación activa es intervenir, hacer todo aquello por lo que la oración es digna de Dios y de una comunidad que cree en el Señor, menos presidir.
Esta actividad cultural del laico que en la Iglesia es participación activa, en el mundo es "santificación del mundo" o consagración de él a Dios. Santificación y consagración del mundo se hacen realidad toda vez que el laico asume y encara la vida (las realidades terrenas, sus responsabilidades profesionales, etc.) en el Espíritu, es decir, con criterio cristiano.
La tarea profética del laico en la Iglesia se la especifica en términos de testimonio de vida y de anuncio fiel de la Palabra en el Espíritu, bajo la guía del magisterio, pues la Palabra ha sido confiada a toda la Iglesia. El laico puede anunciar de modo espontáneo, por sí mismo, pues para esto ha recibido el Espíritu y sus carismas o, por lo menos, es impulsado por El a edificar la Iglesia. El Concilio privilegia el matrimonio y la familia, viéndolos como los lugares por excelencia de la evangelización del laico.
En la esfera del orden temporal, la función del servicio eclesial se convierte en servicio al mundo. El laico sirve al mundo, en especial mediante su actitud frente a él. Y la actitud que corresponde se la podría compendiar en esta fórmula: entrega en la distancia y distancia en la entrega. El Concilio resume esta responsabilidad del laico afirmando que él ha de ser en el mundo "lo que el alma es en el cuerpo".
Según el Concilio: "A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y en cada uno de los órdenes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento".
Por estos conceptos, la larga era de la concepción peyorativa del laico está en su ocaso y se levanta otra en la que él se perfila ya como un miembro pujante y vigoroso de la Iglesia, junto al clérigo y al religioso. Ahora, le toca al laico más que a ningún otro llevar adelante con la vida y con la palabra lo que el Vaticano II anunció y puso en marcha.
Desde esa dignidad, vocación específica y misión
queda todavía mucho por hacer . ¡animate! El señor te llama.
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R.P. Jorge Domínguez s.c.
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