LA CONGREGACION GUANELLIANA Y LOS LAICOSLa Familia Guanelliana está compuesta por tres ramas, una de ellas es de laicos, así lo recuerdan las Constituciones de los Siervos de la Caridad:
"…Alrededor de su siervo, don Luis Guanella, el Señor ha suscitado una amplia familia, formada por los Siervos de la Caridad, las Hijas de Santa María de la Providencia y los Cooperadores Guanellianos…" (Constituciones N° 5.a )
"… En los Cooperadores reconocemos la gracia de una vocación específica, que nos empuja a caminar y actuar juntos. A la vez que respetamos la autonomía de su asociación, les animamos a amar a los pobres, a colaborar con el Instituto y les ayudamos a nutrirse de la espiritualidad guanelliana en su entrega…" (Constituciones N 77,c).
CARISMA COMPARTIDO
CON LAS DEMÁS VOCACIONES RELIGIOSAS Y LAICALES.Familia Guanelliana - Movimiento Laical Guanelliano
"Se está definiendo un nuevo modelo de vida consagrada en torno a nuevas prioridades, nuevas formas organizativas y de colaboración abierta y flexible con todos los hombres y mujeres de buena voluntad" (Congreso de la Vida Consagrada 2004).
En el proceso de refundación el punto de partida de los religiosos es la acogida de alianzas como una cuestión radical de la existencia, conscientes que un sistema cerrado va hacia la entropía y la asfixia: laicos y religiosos son dos pulmones que favorecen la dinámica de respiración.
La mayor parte de las nuevas formas de vida evangélica adopta, en función del carisma, la forma de realidades concéntricas que consiste en el distinto nivel de participación y pertenencia.
Al centro está el círculo más pequeño de los y las que eligen a tiempo completo el carisma y la forma de la consagración, estableciendo vínculos estrechos con la institución (Hijas de Santa María de la Providencia y Siervos de la Caridad).
Luego hay, en un segundo círculo más amplio aquellos que vocacionalmente y organizados como Asociación hacen propio el Carisma la espiritualidad y la misión por la cual se empeñan mediante una promesa (Cooperadores Guanellianos).
Estos dos primeros círculos constituyen la familia guanelliana en sentido estricto.
Haciendo referencia a nuestra situación guanelliana este es el cuadro que se presenta:
La Familia Guanelliana Carismática en sentido estricto sería entonces formada por las Hijas de S. María de la Providencia, los Siervos de la Caridad (primer círculo) y los Cooperadores Guanelianos (segundo círculo).
Se abren luego de manera concéntrica otros círculos más amplios. En esta visión de las realidades concéntricas entonces, son posibles niveles de mayor o menor proximidad al núcleo central, que constituye el carisma, por ejemplo el de los jóvenes que, teniendo un camino evangélico, se proponen de vivir el carisma y la espiritualidad guanelliana con el apostolado.
Luego pueden existir otros niveles el de los colaboradores, de los operadores con sus familiares, voluntarios, profesionales, familias de los niños y jóvenes de nuestros centros, bienhechores, que integran el único carisma de manera diferenciada, dinámica y progresiva.
El conjunto de la Familia Carismática Guanelliana en sentido estricto y el Movimiento Laical Guanelliano forman la Gran Familia Guanelliana.
Por parte de los laicos y religiosos participar de un mismo carisma significa ir asumiendo su globalidad, compartirlo en alguno de sus aspectos, como parte de un todo con el cual confrontarse, integrarse, sistematizarse, sin "confundirse".
Los religiosos y religiosas "no solamente tenemos algo que dar sino también mucho que recibir", especialmente aquello de volver a expresar en situación de secularidad nuestro bagaje espiritual a partir de la conciencia cierta que las respuestas de ayer ya no bastan más.
Signo de que la Congregación ha hecho la opción de la integración de un carisma, está dado por el sentir que cada uno crece en el ejercicio del intercambio de dones que son vividos como laicos o como consagrados.
Por carisma compartido se entiende entonces una realidad nueva en la cual se dilata y se enriquece el carisma espiritual y apostólico del Fundador. Esta es la gran novedad: la riqueza de un carisma se manifiesta en plenitud cuando se concretiza en distintas modalidades de vivir la vida cristiana y hace madurar una comunión de vocaciones.
Todo lo dicho nos lleva a decir que el carisma en sus dos dimensiones, espiritual y apostólica, para poder ser don a la Iglesia en la plenitud de sus potencialidades, no solamente concede espacios, sino que necesita de complementariedad.
CARISMAS DE INSTITUTOS EN COMUNIÓN ENTRE ELLOS.
La imagen de comunión de la Iglesia es central en la teología del Vaticano II. San Pablo así se expresa: "a cada uno ha sido dada una manifestación particular del Espíritu para el bien común" (1Cor.12, 4-5). Hay una tensión en la Iglesia es decir un movimiento incesante de la diversidad a la unidad, de la unidad a la diversidad. La diversidad sin la unidad lleva al caos, la unidad sin la diversidad lleva a la inercia, a la parálisis en la Iglesia.
El documento Vida Fraterna en Comunidad habla que la fraternidad en la Iglesia se ha debilitado con motivo de la baja calidad de la fundamental comunicación de los bienes espirituales. Cada carisma es relevante, porque es don de la Trinidad a la Iglesia para el mundo, tanto que no es posible imaginar de agotarlo al interior de su propia vocación. Los carismas, para que se manifiesten plenamente, deben apoyase sobre el compartir porque son dones que no pertenecen exclusivamente a los que lo poseen. Compartir los carismas significa intercambio recíproco de algo que no se posee como propiedad privada, sino como don de recibir y dar.(5° Congreso del Movimiento Laical Guanelliano. Delegación Nuestra Señora de Guadalupe).
"…Vemos con claridad que el Espíritu Santo obra en la vida concreta de cada discípulo de Jesús y de la Comunidad cristiana. Alegría y Espíritu Santo son dos indispensables compañeros de viaje para quien desea recorrer el camino de la vida. En la alegría se manifiesta el Espíritu que realiza la comunión con Jesús "Se fueron contentos de haber sido ultrajados por amor al nombre de Jesús" (Hch. 5,41).
En la persecución y en el sufrimiento el discípulo no ve algo negativo, porque sabe que el único camino para seguir a Jesús es el camino de la cruz.
El Espíritu Santo, mientras confía a la Iglesia-Comunión los distintos ministerios, la enriquece con otros particulares dones e impulsos llamados carismas. A cada uno es donada una manifestación particular del Espíritu para el bien común.
(La diversidad de carismas , ministerios y servicios, abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás para que circule la caridad 1Cor 12,4. Cada bautizado es portador de dones que debe de desarrollar en unidad y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. Aparecida 162).
El laicado puede ser comprendido solamente a la luz de una eclesiología de comunión, en relación con el llamado evangélico por el cual somos bautizados, revestidos de Cristo, misioneros enviados a nuestros hermanos y hermanas.
(Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tiene que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. Aparecida 305)
A partir de la década del 80 en la vida de las Congregaciones religiosas, la colaboración con los laicos se vuelve una opción positiva y se está más atento al respeto por la variedad de las vocaciones y su complementariedad en la santidad de vida y en la evangelización.
Se reconoce que los laicos pueden enriquecer la vida espiritual de la comunidad de los religiosos y ellos mismo enriquecerse en referencia al carisma y a la espiritualidad del Fundador.
El carisma del Fundador es una gran experiencia espiritual del Espíritu transmitida a sus discípulos para ser por ellos vivida, custodiada, profundizada y testimoniada.
(El Espíritu Santo, con el fin de revelar al mundo que Dios provee a sus hijos con solicitud amorosa de Padre, llamó al Fundador, le infundió su Espíritu de amor y le envió a aliviar las miserias humanas Cons. N° 1)
El Carisma no es una acción, un trabajo, sino una experiencia existencial del misterio de Cristo, hasta llegar a delinear una forma de vida en un determinado servicio a la Iglesia, respondiendo a los signos de los tiempos. Contiene como un código genético destinado a permanecer y a ser reactualizado con creatividad en el tiempo y en las culturas. El Carisma precede la modalidad de actuación y puede ser vivido en la vida consagrada y en la vida laical.
(La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose como hermanos y hermanas, obedientes al misterio del maestro, miembros unidos a la misma cabeza y por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros 1 Cor 13, Col 3, 12-14 . Aparecida 161).).
Pero la realidad de la consagración religiosa es importante, porque asegura la continuidad y fortalece la vocación de los laicos. Los religiosos y religiosas son los hermanos mayores y dan un testimonio especial, pero no pueden prescindir de la comunión con los laicos que viven el mismo carisma en forma distinta. Es una relación de complementariedad, no de subordinación.
El mismo carisma espiritual y apostólico es considerado un don para la Iglesia y la Congregación lo encarna, lo mantiene vivo y lo hace conocer, pero no es la propietaria. El Fundador lo recibe y lo vive pero el don lo trasciende, y es siempre un don libre del Espíritu Santo; el Fundador es servidor pero no dueño. Todo nuevo miembro de la familia religiosa que nace alrededor del Fundador, tiene una vocación personal que viene de Dios, con los mismos elementos de la vocación del Fundador; esta es la consonancia vocacional y carismática. De parte de los religiosos corresponderá dar testimonio de una experiencia de vida, mostrar la riqueza, la belleza, la eficacia para suscitar y atraer el deseo de compartir la misma experiencia.
El Espíritu Santo se infunde en los corazones de los bautizados más allá de las fronteras de una Congregación religiosa.
Los laicos pueden recibir el Carisma como don del Espíritu y vivirlo en su condición de laicos.
Pero solamente juntos, religiosos y laicos, pueden transmitir con integridad la cultura evangélica del propio carisma, porque ese don que recibió el Fundador se encarna no solamente en la consagración religiosa, sino también en muchas maneras de vivir la vida cristiana, y esto crea vínculos profundos entre todos los que gozan de ese don..."(R.P. Carlos Blanchoud s.c.).
Si sientes un llamado especial a consagrar tu vida con una vocación específica, como laico, en los cooperadores guanellianos o formar parte del movimiento laical guanelliano escríbenos:
dominguez.jorgealberto@gmail.com